La Organización Mundial de la Salud establece que “el maltrato infantil se define como los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder”.
Además, entre los Derechos de los niños, niñas y adolescentes está el “Derecho a la protección de la salud y a la seguridad social” por el cual los niñas, niños y adolescentes tienen derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud, así como a recibir la prestación de servicios de atención médica gratuita y de calidad, con el fin de prevenir, proteger y restaurar su salud, así como a su seguridad social, que permita hacer efectivo su derecho de prioridad, su interés superior, igualdad sustantiva y no discriminación”.
También lo dicta la Constitución del Ecuador, “atención de calidad y oportuna”.
Lamentablemente, todo esto queda en el papel, cuando en la realidad vemos repetirse las mismas historias de desatención y negligencia cotidianamente.
Hoy llego Jorman, un niño de 7 años de edad, diagnosticado con diabetes tipo 1. Su historia comienza con síntomas de muchas sed, mucha orina y dolor en la garganta, por lo que recurre al médico. Le chequean la glucosa y en la maquina sale HI (el nivel más alto que registra el glucómetro). Le envían a hacer la constatación en laboratorio y sale 560 mg/dl de glucosa en sangre. Un nivel elevadísimo que puede provocarle un coma diabético y que debería ser atendido como una emergencia vital.
Le diagnostican diabetes y piden su traslado a un Centro de Atención en Guayaquil. Es atendido después de 15 días. Los síntomas persisten y al fin tiene la consulta. Le recetan la insulina Levemir. Su mamá la compra pero no sabe cómo aplicarla y no recibe la capacitación necesaria de parte del médico tratante.
Regresa a su ciudad natal, lo lleva al Centro de Salud de la localidad (ubicado a 3 horas de Guayaquil donde fue atendido por el especialista). Ella comienza a aplicar la insulina al niño pasando un día, con la enfermera, pues en la consulta nadie le enseño como hacerlo. (Los niños con diabetes tipo 1 deben recibir insulina diariamente y varias veces por día)
La madre de Jorman adquirió Levemir en pluma (una presentación moderna parecida a un esfero, que tiene una aguja removible especial) y la enfermera no sabía cómo usar la pluma, además de no saber dónde conseguir las agujas. Así que la enfermera sugiere entonces comprar una ampolla de 10 ml para aplicar con jeringas.
Todo este proceso, refleja la necesidad urgente de educación diabetológica. El Sistema de Salud Pública debe estar en capacidad de brindar una atención adecuada y efectiva que garantice un tratamiento correcto y oportuno.
Cuando un niño es recién diagnosticado, la familia debe recibir una educación básica en diabetes, por este motivo los hospitales deben contar con un equipo multidisciplinario para garantizarle el derecho a la salud y asegurar que se proteja su vida.
En el caso de niños con diabetes tipo 1, una atención inadecuada o recibir el tratamiento de manera inapropiada, afecta gravemente su salud y puede ocasionarles graves complicaciones futuras y hasta poner en riesgo su vida.
Afortunadamente, Jorman llegó a FUVIDA en busca de capacitación y ayuda. Hoy le enseñamos a él y a sus padres a usar la pluma, a cargar la dosis de insulina y a inyectarse él mismo. Educación básica para garantizar su salud, pues en el caso de Jorman la insulina es vida.